Naufragas en un mar de olivos
Al hilo de lo que dice Peinado Rodríguez (2005), las medidas agrarias liberales de la
contemporaneidad suponen un cambio en la estructura organizativa del campo, “acabaron con
los privilegios señoriales. Hicieron posible la puesta en cultivo de tierras desamortizadas y la
implantación del sistema capitalista” (2005, p.35). Todo esto coyunturalmente converge en el
siglo XVIII en una situación que cambia la estructura agraria y culminando con la implantación
del olivo como cultivo en un tiempo relativamente reciente, en el siglo XX.
De esta manera, la implantación de propiedades familiares, que son sustento y son
sustentadas por la propia familia, requiere de la incesante actividad de todos los miembros de la
casa. En este sentido, las mujeres de la familia multiplican su función, como trabajadoras del
hogar y como trabajadoras del campo.
Es verdad, que el tipo de actividades que realizaban en el campo han cambiado, y que
ahora cobran lo mismo que los hombres por el jornal, pero la cuestión angular que suponía su
incorporación a las labores del campo, en concreto del olivar, sin menoscabar su dedicación
doméstica, para servir a la casa y a los hombres del campo, es la clave no solo de la prosperidad
económica de la familia, sino también de la del territorio y de la consolidación de un estilo de
vida.
Esta concepción de la estructura familiar, común a las comunidades agrarias, adquiere
particularidades territoriales. El concepto de identidad territorial hace referencia a la relación
simbólica y física de las comunidades con el espacio que habitan y trabajan. Según Doreen
Massey (1994, 2005), el territorio no es solo un espacio físico, sino un espacio social, cultural y
político, donde se construyen relaciones de poder y pertenencia. En este caso, el olivar no solo
es una fuente de riqueza económica, sino un símbolo cultural en Jaén, profundamente
relacionado con las raíces y tradiciones locales.
El olivar, una cultura imposible sin las mujeres
Siguiendo la línea de estudios feministas y de género, este proyecto busca visibilizar la
aportación histórica y actual de las mujeres en la economía del olivar, un aspecto
tradicionalmente invisibilizado en las narrativas del trabajo rural. Sin lugar a dudas que Judith
Butler (2007) o Donna Haraway (1991) están en la base de nuestra manera de repensar el
papel de las mujeres en contextos de trabajo a partir de su agencia y resistencia, pero
actualizando nuestras referencias y dando voz al trabajo que hemos desarrollado durante largo
tiempo y a las entidades anónimas que a través de los archivos locales nos han hablado,
compartimos algunos trabajos de diferente índole que surgen en el seno de esta cultura.