Genéricamente la cultura popular es definida como aquella propia de grupos sociales
subalternos, sectores de la sociedad oprimidos, dominados, excluidos, vulnerabilizados y
empobrecidos; mientras que la cultura de élite es realizada por los grupos hegemónicos y
privilegiados. Distinción que si bien se sostiene en la distinción entre relaciones de hegemonía y
subalternidad (Gramsci, 1999), su estudio comprende dos modelos de inteligibilidad que
pendulan entre un énfasis en las relaciones de dominación y un énfasis en las relaciones de
autonomía; presentándose una tercer vía que articula estos modelos (Chartier, 1994), desde una
lógica de alternancia o doble lectura (Grignon & Passeron, 1991).
Específicamente desde la Antropología, las categorías élite, popular, clase baja, media y
alta son trabajadas como clasificaciones nativas, construidas en las trayectorias individuales y
sociales, y analizadas de forma relacional y situada, con las tensiones y heterogeneidades que
suelen involucrar (Visacovsky, 2008).
En el campo de la danza en Argentina encontramos referencias a danzas de élite, danzas
populares y danzas que desdibujan esta distinción. Sin ser exhaustivos, reconocemos como
danzas de élite, a nivel nacional, la danza clásica (Gayo et al., 2011); a nivel de la ciudad de
Buenos Aires el tango escénico, realizado para turistas internacionales con elevado poder
adquisitivo (Carozzi, 2015) y, en la provincia de Córdoba, la danza de clubes electrónicos
(Blázquez, 2012). Respecto a las danzas populares, a nivel nacional se presenta la cumbia
villera (Alabarces, 2021) y a nivel provincial, en Buenos Aires el baile social del tango
(Carozzi, 2015) y los caporales, tinkus y salay (Novaro, 2020); en Córdoba el cuarteto
(Blázquez, 2008) y el folklore (Daz Sardoy, 2022); y en Salta el folklore (zamba, chacarera,
bailecito, carnavalito y malambo), la danza árabe y las danza brasilera (amba, ax, funk
brasilero y samba reggae) (Koeltzsch, 2018), entre otras.
Asimismo, encontramos danzas que desdibujan la separación entre cultura de élite y
cultura popular, entre grupos hegemónicos y subalternos. Ejemplos de ello son las danzas que
reúnen a personas de diferentes sectores socioeconómicos, como por ejemplo la cumbia
(Alabarces, 2021), la murga (Martín, 2019) y la danza comunitaria (Chillemi, 2015), así como
también grupos independientes de danza que mezclan los géneros artísticos (Citro, 2021a).
En este marco, nos preguntamos por la organización social de la danza contemporánea,
específicamente en el interior provinciano de Argentina. Así, en el presente trabajo rastreamos
la organización social de la danza contemporánea en el Valle de Paravachasca (Provincia de
Córdoba, Argentina) (Figura 1), en el marco de una etnografía colaborativa (Lassiter, 2005)
realizada en el período 2018-2022.