Esta situación de extranjería histórica y geográfica también se presenta en el Valle de
Paravachasca. Las personas que iniciaron las primeras actividades de danza contemporánea
entre los años 2007-2012 (primera generación), se formaron principalmente en la Ciudad de
Crdoba en el “Taller coreogrfico”, la “Licenciatura en teatro” (Universidad Nacional de
Córdoba), la “Tecnicatura en mtodos dancsticos” (Escuela Superior Integral de Teatro Roberto
Arlt) o el “Seminario de danzas clsicas Nora Irinova” (Teatro del Libertador General San
Martín). Algunas de ellas realizaron estancias de formación y/o trabajo en Buenos Aires o en el
extranjero. Asimismo, se presentan procesos de migración interna, donde la mitad de las
personas que conforman nuestro campo etnográfico no son nativas de la región estudiada, sino
que provienen de otras regiones. Agenciándose así flujos subjetivos, corporales, estéticos,
eróticos, políticos, sociales (Parrini Roses, 2018) que movilizan otras formas de hacer arte.
Simultáneamente, reconocemos procesos de glocalización, tal como sucede con la música
y danza funk en Río de Janeiro y Salvador de Bahía (Sansone, 2003). Se tratan de complejas
relaciones de mezcla, apropiación y resistencia, acompañados por procesos de localización
(Archetti, 2017), en tanto acto creativo de apropiación.
En relación a la mezcla y apropiación, la danza contemporánea se articula con otros
lenguajes corporales (por ejemplo, danzas folklóricas, danzas africanas, danza clásica, etc.), así
como también se emplea como recurso para otras disciplinas artísticas (Murga, Patín, Expresión
corporal, etc.). Tal como analiza Citro (2021a) para el caso de la compañía de danza
independiente “Combinado Argentino de Danza” de la provincia de Buenos Aires, que articula
folklore, hip hop y danza contemporánea.
Asimismo, en el Valle de Paravachasca la danza contemporánea no solo se realiza como
danza escénica. Encontramos otros intereses locales que configuran formas particulares de hacer
danza contemporánea. Por ejemplo, grupos de danza contemporánea que compiten en
certmenes (por ejemplo, la compaa “Racional”), otros que se organizan como grupos
activistas artísticos o de arte transformador, abordando problemáticas sociales en intervenciones
callejeras (por ejemplo, el grupo “Troca”) y obras (por ejemplo, el grupo “Cantorodado” y
“Garabato”), así como también profesoras, bailarinas y gestoras de diferentes instituciones que
construyen redes y equipos de trabajo para gestionar colectivamente eventos (por ejemplo, el
FID y Danzas del sur).
Finalmente, encontramos resistencias culturales en los procesos de mezcla y apropiación,
que podemos leer como valoración negativa de esta práctica social en tanto arte foráneo, nuevo
y/o desconocido. Por ejemplo, según comentan varias bailarinas y profesoras muchas personas
no “entienden”, no eligen la danza contempornea ni se interesan por conocerla, presentándose
como un arte minoritario que no es practicado ni consumido por gran parte de la población del
Valle de Paravachasca. Asimismo, cuando se inicia su práctica, requiere de tiempo de
aprendizaje de sus códigos estéticos para su “entendimiento” y disfrute (Bourdieu, 2003). Caso
contrario, muchas obras e intervenciones generan un extrañamiento incómodo, que puede ser